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Argentina
Cambiar el mundo para que podamos “vivir en significaciones y cuerpos que tengan una oportunidad en el futuro” (Haraway, 1995)

miércoles

¿Qué? (con mucha exclamación).


Parte I
¿Qué cosas dices? - gritaba amargamente Doña María, al toparse con la fría y cruda realidad que estaba decidida a no aceptar. -Juan, pero ¿qué dices?

Nada la haría cambiar de parecer. No podría comprender, cómo era que alguien podría abandonarla en medio de semejante tormenta de llantos, falta de entendimientos, y angustias, siendo que acababan de desarmarla. Quedó como si antes de salir a una gran pelea, o una batalla, alguien, en secreto, la hubiese acuchillado.
No encontraba las palabras, cada vez se sentía peor, y no encontraba las palabras.

Doña María nada sabía de razonamientos frívolos ni logaritmos sentimentales. Ella conocía una sola norma en aquello que muchos daban por llamar amor: la pura y simple sensación estomacal de amor pasional, erótico. Su receta: había comenzado en una placer eterno, ese que la hacía sentirse plenamente mujer, ese que nace de la tierra junto con las flores cada primavera, y que se expresaba en el abrazo tibio -bastante estúpido- del invierno crudo. Ahora era la loca y placentera combinatoria deseo -intacto- ternura, paciencia, y cotidianeidad. Para ella, y a pesar de cada error cometido, cada crisis, cada vez que quizo claudicar, la felicidad estaba allí, ¿dónde sino?

Doña María se sentía básica. Buscaba "entender" lo que aquel hombre, Juan, que ya no era él, sino lo más parecido a aquello que había leído una vez en un libro de filosofía inglesa, "un Leviatán", un huracán de palabras huecas, dolorosas, un ser desconocido en ese preciso instante, intentaba “argumentarle”.

Básica si, pero gran defensora de aquello que creía, casi rozando los limites de “lo tana cabeza dura” como solía decirle su nona desde que era pequeña. Niña que apenas si llegaba a subirse a una silla, y armaba bolsos al pelearse con sus padres y amenazaba con irse, o discutía tenazmente sus ideas más disparatadas entorno a un juego de cartas o de dados.

Doña María no podía encontrarlo, por más que buscara, no lograba encontrar aquel hombre que hasta hacía algunas semanas dormía y despertaba junto a ella de la manera más común. De momentos de mal humor, de momentos con ganas de poseerla, de momentos el hombre caballeresco que atiende a una mujer como si su razón de vida estuviera en, simplemente, verla sonreír.

continuará ...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

●/
/▌
muy bueno
gabi

Anónimo dijo...

Reaparecida! Buena letra, buen finde!
Juan

PameLAlunatika dijo...

Gracias Gaby, y gracias Juan...
Buen comienzo de semana!!
Lagrima

....dos pasiones, un escritor...

....dos pasiones, un escritor...
...Julio...