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Cambiar el mundo para que podamos “vivir en significaciones y cuerpos que tengan una oportunidad en el futuro” (Haraway, 1995)

miércoles

[Cavilación]



Sonreír en soledad, estrepitoso detalle, cuando pusiste una canción compuesta de una armonía y melodía que te hace mover el esqueleto al compás, y uno percibe que esa frase que tal vez en otro momento te era casi ajena, te deja un sabor a una inexplicable y tonta alegría … Nuestro devenir tiene esas cosas,  ¿no?
Verse solo, bailando, sonriendo, y sintiendo que la armonía de la canción se condice con tu propia armonía existencial. ¿Existen detalles cotidianos más maravillosos?  Y ahí, fugaz llega, el recuerdo dando “cátedra” de lo que significa la armonía con lo cotidiano, una parte del programa tal vez no tan simple como este instante, pero si tan símil en intensidad.
Encuentros con fracciones temporales en que nos juzgamos por dejar que la náusea se manifieste, por transitar el asqueroso sabor de lo finiquitado –y todas las distancias y ausencias que ello significaba-, pero no vacilar, por intuir que existen momentos en que el gris, necesariamente, tiene que tomar una forma definida.
(Cosa que alguien una vez me enseño, y hasta hace algún tiempo, no había podido asir)
Y “rememoro” la frase “testa dura” y una pisca de tozudez: otra vez, el cierre de exquisitos – y ciertamente, a menudo muy dolorosos, ¿sino, de que hubiera valido?- momentos de la vida. Uno se re-examina una-vez-más para adentro. Y el espejo que al fin  devuelve una imagen firme, entera, y llena de marcas, que denotan esto que nos hace humanos: aciertos, desaciertos, amores, desamores, oportunidades aprovechadas, aquellas que dejamos pasar, meter la pata hasta el fondo, aquello que no salió, y todo lo que nos hace orgullos de ser nosotros mismos.
Y luego, se re-examina una-vez-más, pero en relación al afuera.
No sabernos perfectos, pero si tozudos. Y el deseo reconocido, y el deseo, renovado.
Las huellas que dejamos, y las huellas que nos dejaron, reconocidas, sentidas, sufridas. Reubicadas. Los rituales de objetos, imágenes, fotografías, que de a poco nos reapropiamos, y reubicamos  para atesorar con la más profunda alegría. Esos huecos que no se llenan, pero a medida que avanza, los nuevos petit espacios que se construyen para las nuevas sensaciones, objetos, fotografías ...
La mirada que no esconde, ni nos esconde –cuanto costo- y no avergonzarse de reconocernos en esos lugares, y enorgullecernos de “elegir” no volver a habitarlos.
“Vivir de manera creativa exige una libertad de movimiento psíquico a lo largo del camino de desarrollo de la vida, en los dos sentidos, desde el pasado hacia el presente y desde el presente hacia el pasado en beneficio de su mutuo enriquecimiento… Continuar nuestro devenir también significa ser independiente de lo que se ha sido. Por eso esta libertad en el movimiento imaginario también se debe extender hacia el futuro” [Michel Parsons, “Rememorar la propia historia”]
Agarrar muy fuertemente todo lo hecho, y empezar a construir todo lo que viene.
Podría decir (y si no, habrá un par de amigos especializados que me aleccionaran): reconocer el deseo, es reconocernos. Reconocernos y entendernos, para así, poder entregarnos ... 
Lagrima Luna
….
 [A Sunday smile we wore it for a while
A Sunday mile we paused and sang
A Sunday smile we wore it for a while
A Sunday mile we paused and sang
A Sunday smile 'cause we felt true] 
Beirut


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....dos pasiones, un escritor...

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