yo podía decir, igual que el narrador proustiano a la muerte de su abuela:
“no me empeñaba sólo en sufrir, sino también,
en respetar la originalidad de mi sentimiento”;
pues esa originalidad era el reflejo
de lo que en ella había de absolutamente irreductible …
lo que había perdido no es una figura (la madre) sino un ser;
y tampoco un ser, sino una cualidad (un alma):
no lo indispensable, sino lo irremplazable]
R.B/ L.L
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