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Argentina
Cambiar el mundo para que podamos “vivir en significaciones y cuerpos que tengan una oportunidad en el futuro” (Haraway, 1995)

sábado

Notas fotográficas: Roland Barthes/ Baudelaire/ Lagrima

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(Baudelaire) la verdad enfática del gesto en las grandes circunstancias de la vida … 
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(Barthes) En este espacio tan uranio, a veces un “detalle” me atrae. Siento que su sola presencia cambia mi lectura, que miro una nueva foto, marcada a mis ojos con un valor superior. Este detalle es el punctum (lo que me punza)
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(Lagrima) Cuando encontramos imágenes que nos trascienden, que nos elevan, que nos permiten dibujar significados en nuestra mente, se nos presentan dos destellos lumínicos que no debemos dejar que se extravíen en medio de la mañana: hemos dado con una gran fotografía, pero sobre todo, hemos dado con la posibilidad de “conmovernos” …
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(Barthes) El punctum es entonces una especie de sutil más-allá-del-campo, como si la imagen lanzase el deseo más allá de lo que ella misma muestra: no tan solo hacia el resto de la desnudez, ni hacia el fantasma de una práctica, sino hacia la excelencia absoluta de un ser, alma y cuerpo mezclados.
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(Barthes) En el fondo –o en el limite- para ver bien una foto vale más levantar la cabeza o cerrar los ojos. “la condición previa de la imagen es la vista” decía Janouch a Kafka. Y Kafka, sonriendo, respondía: “Fotografiamos cosas para ahuyentarlas del espíritu. Mis historias son una forma de cerrar los ojos”. La fotografía debe ser silenciosa (hay fotos estruendosas, no me gustan): no se trata de una cuestión de discreción, sino de la música. La subjetividad absoluta solo se consigue mediante un estado, un esfuerzo de silencio (cerrar los ojos es hacer hablar  la imagen en el silencio). La foto me conmueve si la retiro de su charloteo ordinario: técnica, realidad, reportaje, arte, etc: no decir nada, cerrar los ojos, dejar subir solo el detalle hasta la conciencia afectiva"

imagen de Lagrima Luna

viernes

Th. W. Adorno y W. Benjamín

.. en algún pasaje de Paris
de L.L..


Hoy me dedico a dejar, como pincelada, una construcción de dos lenguajes: el visual -las imágenes – y el escrito -Adorno y Benjamín- junto a la posibilidad de que puedan generarse sensaciones y emociones diversas ante los mismos.

Quería presentarlo a Benjamín, dejar una esquela de quién fue este autor, pero eso, francamente, es imposible aún. Por eso le cedí la palabra a su colega y amigo, Th.W.Adorno, en proximidad a concluir mi lectura en el día de hoy de un libro magnífico que compila el intercambio epistolar entre ambos, desde los años 1928 a 1940, en que Benjamín se quitó la vida.

Autor irreverente, la lectura de sus escritos, me tiene en vilo hace tantísimo tiempo: leyendo, re-leyendo, experimentando, intentado "conseguir" sus escritos -literalmente, la obra de los pasajes, se ha hecho francamente imposible -muchas veces llegando al punto final, y teniendo que volver una y otra vez. Pero sobre todo, hay pasión y disfrute en la lectura.
Sus escritos amplios, complejos, únicos, inconclusos, me han hecho rumbear siempre más allá de la teoría misma, y más allá de la afirmación. Ha abierto diversos interrogantes, me han puesto frente al mundo con una mirada diferente, más aguda, tal vez, afilando el lente, o como decía Adorno mirando "los objetos tan de cerca, que éstos se volvían extraños, y como extraños nos dicen su secreto
Espero muchos lo disfruten, se emocionen, sientan, y gocen como lo hago yo, cada vez que Benjamín se topa en mi camino…
Lagrima. Febrero 2011

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En memoria de Walter Benjamín

Walter benjamín, cuya muerte notificó el Aufbau del 11 de octubre de 1940, fue muy conocido en Alemania como publicista, especialmente como colaborador de Frankfurter Zeitung y del Literarische Welt. Muchos conocían también su nombre por haber sido el magistral traductor de gran parte de la obra narrativa de Proust.
Pero su importancia pertenece a otra dimensión. Si alguien ha vuelto a prestigiar la desacreditada palabra; si la fuerza y la originalidad del pensamiento a alguien ha permitido percibir la posibilidad en lo real, ese alguien es Walter Benjamín. El hecho de que, por eso mismo, se le escatime la pública nombradía a que la brillantez de sus dotes parecía darle todo derecho, expresa fielmente lo que ha sido de él. El se dejó llevar por una disposición sin igual y no halló ningún refugio en lo existente, en las escuelas filosóficas y en los usos intelectuales aceptados. Se empeñó en ver todos los objetos tan de cerca, que éstos se volvían extraños, y como extraños le decían su secreto. No se le ha perdonado su disconformidad. Y se quitó una vida que el mundo quería negarle desde que comenzó a pensar.
Sus trabajos filosóficos no se presentan como aspectos de un sistema ni como proyectos de libre concepción, pues surgieron como comentarios y críticas de textos. En ellos, la tradición de la teología judía se sobreponía a un pensamiento que trataba de materias profanas para apoderarse de la verdad en las capas mas impenetrables de las mismas. Del círculo de esas interpretaciones, las mas importantes son las de las Afinidades electivas de Goethe y el libro El origen del Trauerpiel* alemán, en el que se propuso interpretar el drama alemán del Barroco desde la idea de la de la alegoría que la estética oficial prohibía.
La filosofía de Benjamín estaba dominada por la tensión entre la doctrina de la “irrealidad de la desesperación” y la del destino en cuanto recaída en la naturaleza, la de la mítica “culpabilidad de lo viviente”. En años posteriores, esta tensión se tradujo para Benjamín en una tensión social sin que se hubiera sacrificado ninguno de los impulsos originales. El libro de aforismos Dirección única inició ésta fase. Su último resultado es el trabajo sobre Baudelaire publicado en la Revista de Investigación Social, uno de los mas grandiosos testimonios filosófico-históricos de la época. Este trabajo forma parte del todo de una obra sobre París en la que el autor se proponía la tarea de escribir la “Prehistoria del siglo XIX”. Esta obra, que ocupó a Benjamín durante quince años y que había tocado todos los motivos de su filosofía, no fue concluida.
Es imposible transmitir en pocas palabras siquiera una idea de la filosofía de Benjamín. Ésta ha permanecido hasta hoy protegida por la exclusividad. El tiempo la desarrollará, pues su deseo más recóndito es el deseo de todos. Pero se ha perdido la mirada que veía el mundo desde la perspectiva del muerto, como si el mundo estuviera bajo un eclipse solar: tal como podrá aparecer a la mirada del redimido; tal como es. La mirada mortalmente triste transmitía inagotable calor y esperanza a la vida enfriada.
1940
Th. W. Adorno
“Walter Benjamín”
Misceláneas I
pp 161-162.

* tragedia, o en otras traducciones, drama



Fotógrafos Attack
de L.L

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Pequeña historia de la fotografía


La niebla que cubre los comienzos de la fotografía no es ni mucho menos tan espesa como la que se cierne sobre los de la imprenta; resultó más perceptible que había llegado la hora de inventar la primera y así lo presintieron varios hombres que, independientemente unos de otros, perseguían la misma finalidad: fijar en la «camera obscura» imágenes conocidas por lo menos desde Leonardo. Cuando tras aproximadamente cinco años de esfuerzos Niepce y Daguerre lo lograron a un mismo tiempo, el Estado, al socaire de las dificultades de patentización legal con las que tropezaron los inventores, se apoderó del invento e hizo de él, previa indemnización, algo público. Se daban así las condiciones de un desarrollo progresivamente acelerado que excluyó por mucho tiempo toda consideración retrospectiva. Por eso ocurre que durante decenios no se ha prestado atención alguna a las cuestiones históricas o, si se quiere, filosóficas que plantean el auge y la decadencia de la fotografía. Y si empiezan hoy a penetrar en la consciencia, hay desde luego para ello una buena razón. Los estudios más recientes se ciñen al hecho sorprendente de que el esplendor de la fotografía —la actividad de los Hill y los Cameron, de los Hugo y los Nadar— coincida con su primer decenio. Y este decenio es precisamente el que precedió a su industrialización. No es que en esta época temprana dejase de haber charlatanes y mercachifles que acaparasen, por afán de lucro, la nueva técnica; lo hicieron incluso masivamente. Pero esto es algo que se acerca, más que a la industria, a las artes de feria, en las cuales por cierto se ha encontrado hasta hoy la fotografía como en su casa. La industria conquistó por primera vez terreno con las tarjetas de visita con retrato, cuyo primer productor se hizo, cosa sintomática, millonario. No sería extraño que las prácticas fotográficas, que comienzan hoy a dirigir retrospectivamente la mirada a aquel floreciente período preindustrial, estuviesen en relación soterrada con las conmociones de la industria capitalista. Nada es más fácil, sin embargo, que utilizar el encanto de las imágenes que tenemos a mano en las recientes y bellas publicaciones de fotografía antigua para hacer realmente calas en su esencia. Las tentativas de dominar teóricamente el asunto son sobremanera rudimentarias. En el siglo pasado hubo muchos debates al respecto, pero ninguno de ellos se liberó en el fondo del esquema bufo con el que un periodicucho chauvinista, Der Leipziger Stadtanzeiger, creía tener que enfrentarse oportunamente al diabólico arte francés. «Querer fijar fugaces espejismos, no es sólo una cosa imposible, tal y como ha quedado probado tras una investigación alemana concienzuda, sino que desearlo meramente es ya una blasfemia. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y ninguna máquina humana puede fijar la imagen divina. A lo sumo podrá el artista divino, entusiasmado por una inspiración celestial, atreverse a reproducir, en un instante de bendición suprema, bajo el alto mandato de su genio, sin ayuda de maquinaria alguna, los rasgos humano‐divinos. Se expresa aquí con toda su pesadez y tosquedad ese concepto filisteo del arte, al que toda ponderación técnica es ajena, y que siente que le llega su término al aparecer provocativamente la técnica nueva. No obstante, los teóricos de la fotografía procuraron casi a lo largo de un siglo carearse, sin llegar desde luego al más mínimo resultado, con este concepto fetichista del arte, concepto radicalmente antitécnico. Ya que no emprendieron otra acción que la de acreditar al fotógrafo ante el tribunal que éste derribaba. Un aire muy distinto corre en cambio por el informe con el que el físico Arago se presentó el 3 de julio de 1839 ante la Cámara de los Diputados en defensa del invento de Daguerre. Lo hermoso en este discurso es cómo conecta con todos los lados de una actividad humana. El panorama que bosqueja es lo bastante amplio para que resulte irrelevante la dudosa justificación de la fotografía ante la pintura (justificación que no falta en el discurso) y para que se desarrolle incluso el presentimiento del verdadero alcance del invento. «Cuando los inventores de un instrumento nuevo lo aplican a la observación de la naturaleza, lo que esperaron es siempre poca cosa en comparación con la serie de descubrimientos consecutivos cuyo origen ha sido dicho instrumento.» A grandes trazos abarca este discurso el campo de la nueva técnica desde la astrofísica hasta la filología: junto a la perspectiva de fotografiar los astros se encuentra la idea de hacer fotografías de un corpus de jeroglíficos egipcios.

(Artículo completo en: más información)

....dos pasiones, un escritor...

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...Julio...